Hoy desperté recordando aquella fila de gente cargada de tristeza, es tan doloroso que me cuesta relatar. Apenas he dormido; sólo cuando la luz a media voz del amanecer ha susurrado en mi almohada he podido alcanzar el sueño. Mientras, la noche se ha hecho densa, sombría, tétrica, siniestra. Su manto frío, misterioso me inquietaba, como una caída lenta a un pozo, sometiendo a mis miedos que se agrandaran entre las sábanas y echaran raíces en los recuerdos que vuelan hacia los que se acercan recoger una bolsa con alimentos. Ahí, acostado, perdido, flotando en la tristeza que puebla mi mente, aquella que no puedes silenciar, porque está escrita en sentimiento. Cerraba los ojos y, rápidamente, los abría asustado. Sin embargo, la obsesión seguía esparciendo la semilla, robándome el sueño y el calor de las sábanas. Me obligaba a plantar cara a la oscuridad de los rostros de mi memoria reciente, yo trataba de rescatar los ojos de esas personas que se habían quedado en la calle en un