No vale todo, aunque todos somos valiosos. No se trata de las hojas que caen de los árboles en otoño, no se trata de los fuertes vientos del invierno, ni de los soles que resquebrajan la tierra en veranos de sequías, ni son las olas que golpean las rocas de la costa, no son los animales los que provocan los males, ni los ojos que miran con ternura un niño, ni los brazos que miman la inocencia; ni tampoco son los hombres que trabajan con ahínco y esmero en lo que aman, no son las ovejas culpables de nada, solo somos nosotros, todos nosotros. Unos por necios otros por sordos, por ciegos; por soberbios o codiciosos, los indolentes los que espantan los pájaros, los que tiran arena salpicando al que descansa en las playas, los molestos, los ruidosos, los graciosos, los violentos, los que destruyen lo bello, sean los parques pisoteando las flores, sean las calles llenándolas de basura o rompiendo por diversión maléfica, o sea alterando con gritos o pitadas los pacíficos parajes. No