Hoy desperté recordando aquella fila de gente cargada de tristeza...



Hoy desperté recordando aquella fila de gente cargada de tristeza, es tan doloroso que me cuesta relatar. Apenas he dormido; sólo cuando la luz a media voz del amanecer ha susurrado en mi almohada he podido alcanzar el sueño. Mientras, la noche se ha hecho densa, sombría, tétrica, siniestra. Su manto frío, misterioso me inquietaba, como una caída lenta a un pozo, sometiendo a mis miedos que se agrandaran entre las sábanas y echaran raíces en los recuerdos que vuelan hacia los que se acercan recoger una bolsa con alimentos. Ahí, acostado, perdido, flotando en la tristeza que puebla mi mente, aquella que no puedes silenciar, porque está escrita en sentimiento.
Cerraba los ojos y, rápidamente, los abría asustado. Sin embargo, la obsesión seguía esparciendo la semilla, robándome el sueño y el calor de las sábanas. Me obligaba a plantar cara a la oscuridad de los rostros de mi memoria reciente, yo trataba de rescatar los ojos de esas personas que se habían quedado en la calle en una situación realmente complicada, esos ojos que miran como gatos asustados de los que sufren, los ojos que esconden el sufrimiento detrás de su mirada apagada, los ojos huérfanos de todo brillo, de toda espera, de todo afecto…, y que donde apenas hay esperanza. Su angustia traspasa mis muros. Pones palabras de aliento en sus oídos, bolsas de alimentos en sus manos para ir tirando con la sana esperanza de que un día despertarán y todo habrá pasado. Pero no es así. Abres los ojos y siguen ahí, pidiendo a gritos que les den una nueva oportunidad. Se la merecen y nadie se la va a dar si no eres tú. Mientras tanto, a su espalda llevan una carga que a veces es demasiado pesada y está adosada a ellos como si fuera su segunda piel. La sociedad les impide esa segunda oportunidad y el saberlo les frustra, les amarga. 
Estos pensamientos merodeando por mi cabeza aparecieron como fantasmas ayer al observar una larga fila de personas para recoger alimentos que viven bajo el umbral de pobreza; produciéndome una enorme tristeza. Porque hay muchos que quieren, pero no pueden. Cada cuál tiene sus propios insomnios y duermevelas como para apercibir se y concebir los del prójimo… Aunque de vez en cuando deberíamos dedicar unos minutos al otro. Saturaciones de diversa índole te oprimen el pecho nublando te cualquier condescendencia hacia los demás. Nadie, entonces, es capaz de entender el porqué de tu gesto áspero, o esas zarpas de gato en tus palabras.
Trato de imaginar muchas veces la otra persona que somos. Vergüenzas, cinismo, indignidad, vileza, egoísmo... Debilidades que no nos permiten ver nada, sólo sentir la ceguera después de haber visto a esos niños en situación de desamparo a tu en rededor fluir por tus venas. 
Entrar en el mundo de los más necesitados no es solo doloroso sino, además, un perpetuo aprendizaje a olvidarse de uno mismo, es un aprender a ser en hechos, en obras que son las que de verdad hablan de nosotros. Obras positivas, me refiero. Como los frutos y labores de los voluntarios anónimos del Banco De Alimentos, que se vuelcan en ayudar a ese desahuciado y sin recursos a caminar por su mundo de supervivencia, de hambre, miseria, drogadicción, alcoholismo permanentes y crecientes. que tratan de encender sus esperanzas y sonrisas perdidas, sus deseos de perseverancia contra todo pronóstico de zozobra en el mar de la desesperanza, pero indudablemente en esta vida, la perseverancia es tan importante como la esperanza, el tesón, la entrega, la valentía.… Es recordar que darse a los demás es un aprendizaje de ese egoísmo que posee valores donde al final somos nosotros que con nuestras obras, nuestra actitud cambiamos las cosas, la mirada, el pensamiento y, así, ganan todos empezando por ti mismo porque, al dar, te sientes tan... tan... tú, más feliz y realizado, más cerca del cielo y de esos sentimientos tan, tan… auténticos, que plasmarlos por escrito sería vano intento. Sin embargo es muy duro a nivel psicológico, sí, porque ¿acaso no es la vida así? ¿dura y hermosa por definición? Tú puedes… Tú puedes con todo lo bueno que te propongas. Es hacer un ejercicio diario de aquiescencia, es algo que forma parte de uno mismo porque, es tal la empatía que sientes, que lo que el otro vive se convierte en tu alegría, en tu tristeza, en tu llanto, en tu ilusión… Eso también es amor.
Recuerda que de las experiencias más difíciles nacen las más hermosas realidades… Y curiosa curiosidad, descubres que te invade un sutil y cálido sentimiento de felicidad por haber hecho algo por los demás ¿o pensabas que todo iba a ser el dolor que me provoca una persona mendigando un pedazo de pan?
La indigencia es algo más que la falta de pan; es también pobreza de alma, común a todas las clases sociales. A veces quien posee cuantiosos bienes materiales es un indigente del espíritu, porque, entre otras virtudes, le falta la caridad. Me pongo en su piel y no sé que decir, qué hacer para iluminar su espíritu donde la oscuridad es, será, eterna. Si todos los ricos lo fueran por su propio esfuerzo y hubieran sufrido antes las amarguras de la pobreza, serían indudablemente más caritativos. Entretanto, muchos se reparten nuestros impuestos por debajo de la mesa, o acumulan cargos para beneplácito de su bolsillo y ego personal… Y fuera, en la calle, hay personas esperando llevarse un pedazo de pan a su boca. Por ello deberíamos hacer un esfuerzo de vez en cuando en mirar un poco lo que está a nuestro en rededor. Creo que sólo con este simple gesto, todos seriamos un poquito más solidarios y nuestra sociedad sería un poquito menos mala.
Pd. Si alguno que pasa por aquí y se queda hilvanado a estás letras que, van dedicadas a mis compañeros del Banco De Alimentos, que desde su anonimato, hacen tanto por los demás, que me han ayudado a redescubrirme y despertar mi espíritu solidario en tiempos en que ser generoso es un extraño don.
¡Sed Felices! Por : 
Agustin Luis Alonso

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