La sinfonía de honrar la vida
La sinfonía de honrar la vida
Cerrar la puerta tras de ti, comenzar de nuevo y quedarse a solas; al principio parece duro y no es fácil hacerlo, pero una vez tomas la decisión sabes que no hay vuelta atrás. Que ya no verás los rostros conocidos, ni sabrás nada de su cotidiana vida ni de sus éxitos ni sus fracasos. No tendrás que sostenerlos ni empujarlos, ni protegerlos nunca más. Ni ellos tendrán que preocuparse por ti, ni intentar guiarte en sus caminos porque no eran los tuyos.
Colmado hasta la saciedad del estorbo de ser tú en medio de un mundo que no entiendes ni te entiende. Practicaste en infinitas ocasiones el arte de ser humano, con sus esfuerzos, sacrificios y luchas. Hasta que un día te preguntaste ¿Porqué?…
¿No llueve acaso sobre todos los tejados al caer la lluvia?¿No es acaso la vida una aventura donde todos ignoramos que será al minuto siguiente?
¿Quién o quienes pueden asegurarte que por donde otros pisan deberás pisar tu también si o si?
Por mucho tiempo desgastando mis ropas hasta que hechas harapos con tantos roces sobre el frío asfalto decidí saltar al vacío.
Hay que estar realmente decidido para llegar a hacerlo; muchos años y muchos sueños rotos, muchas desilusiones demasiadas diría para terminar tan cansado de empezar
una y otra y otra vez; hasta que por fin saltas.
La razón de mi existencia no es la misma para nadie más. Solo en mis pies, en mi piel y mi alma preservo los hilos que mantuve amarrados a mis manos.
Pero de pronto al saltar descubres que todo era una simple ilusión, que el mundo que querías no existió, que todo fue un espejismo; que los retoños que brotaron de ti no te pertenecían y que estaban destinados a caminar otras calles; que otros rostros los miren y otros antros los acojan; no en el tuyo, no bajo tu techo porque nunca lo has tenido; solo fueron efímeras flores de primavera que terminaron marchitándose y perdiendo sus pétalos con hermosos aromas.
Ahora ya lo sabes y aunque no recuerdas el momento exacto en tu llegada, que eras tú y solo tú el que tiene este traje puesto; tú el que siente lo que siente y quién solo lamió sus heridas, aunque nunca dejaste de lamer la de otros que pedían tu ayuda.
Sin embargo todo no has perdido, sino que algo importante has rescatado; tu esencia que ahora no la nublan con palabras, ni el bullicio del entorno no te dejaba oír; ahora al fin te has oído, has escuchado tu propia música; puede que a alguien más le agrade, puede que no.
Pero es la tuya, es tu propia melodía y no debes avergonzarte de ella, pues es tan válida como cualquiera ni mejor ni peor ,porque como todas la otras es única. Tu propia música, tu propia partitura tú el único músico que la puede interpretar.
Ahora sé, ahora veo, ahora soy lo que siempre hube sido y por querer que me quieran, me prive de serlo. Ya no importa, porque no estoy solo, estás tú y también aquel que escucha.
Sin juicios, ni testamentos. Solo escuchan mi música cuando la interpreto.
¿Si les gusta? Se quedan a oírla. ¿Si no les gusta? Se van, pero sin juicios ni prejuicios; solos ellos con las suyas y yo aquí con la mía.
Tengo algo más que decir, tengo un motivo que me alza, no es por ver más lejos que otros, ni por ventajas que no tengo, porque camino cada kilómetro en mis pies; sino que intento curar a las almas que perdieron su instrumento o no lo hallan y no recuerdan ¿Donde lo han dejado puesto?
Animándolos a seguir buscándolo y cuando lo encuentren tal vez un día todos juntos podamos ejecutar la eterna sinfonía. La sinfonía de honrar la vida. JP.
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