Lo que resta del día

Lo que resta del día



Todos somos humanos con errores y aciertos, con defectos manías y miedos pero también con dones y cualidades únicas.


Vivimos en un mundo real según la mayoría, donde es normal las malas acciones y los delitos solo los pagan los que menos tienen, hablo de delitos y no de crímenes para diferenciarlos, ya que un crimen lo puede cometer cualquiera.


Los delitos, en cambio, los comete cualquiera, pero a diferencia del crimen únicamente los pagan los que menos tienen. Ya que como todos sabemos los que más tienen poder son los que siempre salen impunes.
No cabe dudas de que este mundo es perfecto y maravilloso, provisto de todo lo necesario y más derramado en abundancia de materias para el disfrute, desarrollo y goce.
Cuando despiertas y ves la naturaleza y aprecias su magnificencia te das cuenta de que nada es erróneo nada está de más, sostenido por un equilibrio natural sin estridencias ni pomposas posturas.
Simplemente, la vida es y se manifiesta en todo su poder y esplendor; si nosotros los humanos comprendiéramos de una vez que no necesitamos tantas cosas ni acumular tanto grano porque mañana brotarán de nuevo y habrá más y más.
La apariencia nos ha sectorizado, nos ha sido cercenada parte de la libertad, el miedo nos ha cortado las alas haciendo que lleguemos a creernos que no somos dignos hijos de Dios.
Cuando la realidad es que fuimos hechos para el disfrute y la plenitud de la existencia, donde cada espíritu brinde y comparta con sus semejantes la alegría y la felicidad de crear cosas para compartirlas con el mundo, facilitar nuestro desempeño y ayudar a los demás a aprovecharlas así tener tiempo para la contemplación y nuestra paz interior.


Hemos complicado las cosas, hemos generado divisiones entre nosotros hasta el punto de odiarnos y autodestruirnos, todo es culposo, todo es culpa del otro que no me deja ser, que pone trabas, que no me apoya, que no me entiende, el otro debe cambiar, el otro debe mejorar y dejarme en paz.
Solo de este modo podré vivir tranquilo y empezaré a disfrutar de la vida.
Cierto que si todos cambiaran para mejor sería muy fácil para mí poder tener tranquilidad y podría empezar a disfrutar plenamente. Pero...
¿Por qué no te paras y piensas? ¿Yo qué hago para que esto ocurra?
¿Cómo me comporto, cómo opino sobre mis actos?
¿Soy honesto conmigo mismo o soy un pusilánime permisivo?


La respuesta al porqué nuestro mundo es una batalla continua está en nosotros mismos, dentro de nuestro caparazón. Allí radican las respuestas y la solución definitiva a todos los males.
No se trata de ser un santurrón, y todos los días hacer penitencias orando a Dios para que no nos mate, o nos dé lo que necesitamos, ni ser un ingenuo que pone siempre la cabeza bajo la guillotina para que cualquiera nos corte la cabeza, ni sacarse el pan de la boca para dárselo al prójimo.
Lo único que nos hace falta es la verdad, dedicarnos a auto observarnos, reflexionando en cada paso que damos y procurando no dañar a nadie, no ensuciar, no destruir, no envidiar, no odiar, y lo principal a no mentir.


Sin esas faltas solo resta el cambio inmediato, la transformación de la sociedad no nos la da la ciencia, no nos la regala un libro, ningún genio o superdotado nos dará el cambio tan ansiado y menos aún una droga o un fármaco.


Nadie es perfecto y con esto me incluyo, únicamente se trata de ser mejor, pero no para competir, solo ser mejor contigo y con los demás; la transformación empieza simplemente observándonos y cuidando de no hacer actos malignos, solo compites contigo mismo.


Solamente estás tú y enfrente un espejo, mírate y atrévete a aceptar que la triste realidad la has creado tú y que ¿Si deseas profundamente vivir en paz y ser feliz?
Deja de apuntar con el dedo y vive de frente, sé leal y sé valiente.
Sé sincero y comienza a cambiar, así podrás disfrutar de una vez y para siempre lo que resta del día. JP.
foto : Mati Mango en Pexels

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